La procesión de la Virgen de Carmen se ha gestado desde la conformación de la comunidad pencona, entenderla y conocerla es una buena tarea para investigadores y teólogos, pero para los integrantes de la comunidad es vida, es nuestro año nuevo, ayer el antes y mañana el futuro.
..........................................................................Desde pequeño que existe el recuerdo de participar activamente en la procesión, que significaba una preparación familiar para asistir, todos y todas no podíamos dejar de acudir al llamado del sonar de las campanas ya que a la madre no se le defrauda. Fuimos creciendo con el apego maternal a la virgen, con el transcurso de los años seguramente empezaron las contradicciones teológicas que nos alejaron de la doctrina católica pero no así de cumplir con el mandato familiar, comunitario y personal de "juntarnos" nuevamente para peregrinar en colectivo por algo, dar gracias, pedir, o simplemente saber que estamos bien, que el otro te vea. Ese otro es el antiguo compañero de colegio, del barrio, el familiar que hemos dejado de visitar y que nuevamente está ahí. Con dolor no logramos encontrarnos con otros, esos que nunca dejaron de estar caminando junto a ti, o que nunca fallaron en la esquina como todos los años, ya no están y seguramente no estarán los años siguientes.
Cada paso es una aventura, en donde las calles rutinarias de ayer se han convertido en parte del rito de hoy, descubrimos así que la rutina mata pero el rito libera. En algunas cuadras existen personas que se desprenden a favor del otro sin pensar que se está incomodo, son horas en donde jóvenes, niños y adultos se quedan inmóviles representando lo sagrado (aunque mañana nuevamente seguiremos pecando), son horas de agua que escurren por la llave para ofrecer al otro un vaso de agua refrescante y liberador, aunque mañana te niegue el saludo. Son horas de canto y plegaria, aunque el otro mañana piense distinto.
Al final, luego de más de 3 horas de compartir nos queda la sensación que no hemos fallado, que el gran apego es a la madre (a los hijos, a los hermanos, los vecinos, los conocidos y quienes no lo son), que hemos cumplido y más aún, estamos vivos, puede que el próximo año no estemos pero los hijos no fallarán para ser parte del rito mágico. De ser un Penco unido, peregrino y justo.